¿Un albergue temporal borrará un siglo de servicio?

¿Un albergue temporal borrará un siglo de servicio?

26 mayo, 2025 1 Por Staff Redaccion

*** El eco de las hierbas silenciadas

Por Ignacio Arellano y Gricelda Domínguez

Con Tlatelolco / Ciudad de México, martes 27 de mayo. – En el corazón de Peralvillo, donde los muros guardan secretos de remedios ancestrales y las grietas de los edificios parecen contar historias de sanación, una escuela centenaria lucha por no convertirse en polvo.

La Escuela Libre de Homeopatía de México, fundada en 1912 entre suspiros de progreso y resistencia, hoy enfrenta un embate que sus paredes jamás imaginaron: una orden de cateo, un candado en sus puertas y el rumor de un destino ajeno a sus raíces.  

Todo comenzó un abril gris. El 23, para ser exactos, cuando agentes de la Fiscalía de la Ciudad de México irrumpieron en el número 75, de la colonia Morelos, con una orden judicial en mano. 

Las escaleras de madera, testigos de generaciones de estudiantes que memorizaron las propiedades del árnica y la belladona, crujieron bajo botas que no buscaban curar, sino incautar. 

**El delito: un presunto “despojo” **

La justificación: una carpeta de investigación abierta en septiembre de 2024. Pero para los médicos homeópatas, los alumnos con sus cuadernos de fórmulas inacabadas y los pacientes que aún esperan consultas entre telarañas de incertidumbre, aquel día no fue el inicio de un proceso legal, sino el principio de un silencio.  

“Nos han tratado como fantasmas en nuestro propio hogar”, denuncia el Comité de Beneficiarios, cuyas cartas dirigidas a Clara Brugada y César Cravioto se acumulan en oficinas gubernamentales como hojas secas. 

Desde aquel cateo, el edificio —declarado patrimonio educativo por su historia, no por papeles— permanece “asegurado”

Un término burocrático que aquí suena a destierro: sin acceso a la carpeta de investigación, sin explicaciones claras, sin siquiera el derecho a defenderse. 

¿Cómo se defiende uno de acusaciones que no conoce?”, pregunta un docente, mientras muestra fotos amarillentas de graduaciones donde las togas se mezclaban con ramos de manzanilla.  

El conflicto, sin embargo, no es solo legal. En los pasillos de la Alcaldía Cuauhtémoc corre otro rumor: el inmueble, dicen, será convertido en albergue para migrantes. 

Una ironía punzante para una escuela que durante décadas atendió a quienes el sistema de salud tradicional marginó. 

“Apoyamos la solidaridad con los migrantes —aclara una integrante del Comité, mientras ordena frascos de tinturas en un consultorio improvisado a dos calles de la escuela—, pero no a costa de borrar nuestra memoria”. 

La paradoja es clara: un espacio dedicado a sanar podría perderse en nombre de otra causa noble, pero ajena.  

La escuela, fundada por el Dr. Epitacio J. Gallardo en plena efervescencia revolucionaria, no es solo un edificio de ladrillos desgastados. 

Entre sus aulas se formaron terapeutas que combinaron ciencia y herbolaria, que atendieron a abuelos con diabetes y niños con tos ferina en una ciudad donde la medicina alópata era privilegio de unos cuantos. 

Hoy, sus clínicas —antes llenas del murmullo de pacientes que confiaban más en las dosis infinitesimales que en los fármacos industriales— yacen mudas. 

Los estantes vacíos, los escritorios cubiertos de polvo y los murales que narran la historia de la homeopatía desde Hahnemann parecen preguntar: ¿Un albergue temporal borrará un siglo de servicio?  

El Comité insiste en su demanda: diálogo transparente, acceso a la investigación y respeto a su figura jurídica como institución de asistencia privada. “No somos invasores; somos herederos”, subrayan. 

Mientras, las autoridades repiten un mantra legalista: “todo se hará conforme a la ley”

Pero en Tlatelolco y Peralvillo, territorios marcados por la matanza del 68 y las luchas vecinales, la palabra “ley” resuena con escepticismo.  

Al caer la tarde, un grupo de estudiantes se reúne frente al edificio tapiado. En lugar de carteles de protesta, llevan plantas medicinales: una albahaca para la claridad mental, un manojo de romero para la resistencia. 

“Esto no es solo por nosotros —dice una joven mientras sostiene un ejemplar de “Organón del Arte de Curar”—. Es por los que vendrán y por los que ya no están”.  

La crónica de esta denuncia, como los tratados de homeopatía, se escribe en diluciones: una parte de verdad, cien partes de incertidumbre. Y mientras la Ciudad de México debate si priorizar refugios o escuelas, en Peralvillo persiste una pregunta sin remedio: ¿Cómo se cura el despojo de la memoria?